La víspera
Rodrigo Olay
La isla de Siltolá
Sevilla, 2014
Nadie que hubiera leído Cerrar los ojos para verte (Universos, 2011) podría haber tenido bajas expectativas para el siguiente libro de Rodrigo Olay (Noreña, 1989). Lo último del asturiano, en efecto, no defraudó. La víspera, reciente Premio de la Crítica de Asturias (galardón que ya obtuvo con su primer poemario), ha asentado a Olay como uno de los mejores poetas jóvenes del momento (prueba de ello es su hueco en la antología Re-generación de José Luis Morante).
No hay un hilo temático definido más allá de la experiencia personal, verídica o falsa ( “Ya sé lo que escribí/ pero mentía”). Aunque predominan los poemas amorosos, también encontramos metapoesía e insistentes miradas a la vida pasada ("y volvían las bicis y ya eran vacaciones/ y de regreso a casa echábamos carreras"). El humor o la sorpresa (claro ejemplo de esto es “Cárcel de amor”), son compañía asimismo a lo largo del libro. Y se agradecen. La más breve composición "El poeta recuerda atribulado un verso de Fernando Ortiz ante la mesita de novedades en la sección de poesía de una céntrica librería", habrá sacado una sonrisa a todo aquel que esté al tanto de los últimos súper-ventas.
Pero a la altura del fondo está la forma: si en Cerrar los ojos para verte se palpaba un carácter de ejercicio, La víspera es un innegable tour de force. Olay da un paso más en el descubrimiento de su voz en una obra plagada -como la anterior- de referencias veladas y explícitas. Nos encontramos a un ávido lector con maestros como Miguel D'Ors, Ángel González, Víctor Botas, José Luis Piquero, Javier Almuzara o Jorge Luis Borges. Reprochar ciertos ecos a un poeta joven sería prueba de necedad: este conocimiento de la obra ajena -indudablemente amplio- y la reivindicación de la tradición, tan necesaria, son sin duda virtud. Así es, también, el uso de la forma clásica: hallamos haikus, sonetos (destaca "Trabajos de seducción perdidos fue tu vida", que nos trae un recuerdo de Machado), décimas...
Si bien en algunos poemas el sentir termina por caer en el sollozo vacío o trivial, y en otros los ecos se convierten en el brillo central de la composición -beber de lo conocido es importante, aportar el propio hallazgo es necesario-, los abundantes aciertos sobrepasan los fallos. La víspera es una lectura recomendable y, sobre todo, una promesa: promesa de una voz más personal, promesa de un poeta joven que puede convertirse en mucho y, más que nada, promesa de un próximo libro interesante -¿qué más puede pedirse?
BEAT GENERATION
A José Luis Sevillano
Escapar. La carretera.
El Chevrolet. Algún disco
y algún libro. San Francisco.
Lucky Strike. La camarera
de otro bar. La noche entera
despiertos. Ácido. El mar.
Miles Davis. Corea. Aullar
al horizonte. Escribir
porque vamos a morir
pero pudimos amar.
RODRIGO OLAY