"No lo entiendo porque no soy mujer" oímos a menudo al hablar de la poesía escrita por mujeres, "no es universal". Parece sencillo comprender que la verdad masculina -proveniente de una identidad de poder, con voz y voto- no encaje en la temática femenina tradicional de silencio, vergüenza, privación de libertad y forzada pasividad frente al mundo. Sin embargo, si tal diferencia existe: ¿por qué la mujer ha de aceptar la poesía masculina como universal?, ¿son las verdades masculinas más importantes?, ¿más generales?
Que la mujer y sus problemas pertenecen al espacio privado no es ninguna novedad: sus preocupaciones no salen a la luz de las plazas públicas, no son considerados de todos sino asuntos meramente circunstanciales. Con esto en mente, todo cobra sentido, ¿cómo podría algo circunstancial ser una verdad universal?, ¿cómo podría apelar a todos? Pero cuando Emily Dickinson narra su descontento cara a asumir el "honorable oficio de mujer y de esposa", Irene Gruss lamenta "y mientras pasaban / sirenas y disparos, ruido seco / yo estuve lavando ropa, / acunando, / cantaba, / y la persiana a oscuras" o Carolina Coronado describe las burlas que sufre ("—Jesús, qué mujer tan rara. / —Tiene los ojos de loca. / (...)—Dicen que siempre está echando / relaciones ella sola. / (...) Más valía que aprendiera / a barrer que a decir coplas...") no vienen a reflejar situaciones particulares ni aisladas. Todo lo contrario: apelan a una realidad compartida por la práctica mitad de las personas, a una verdad colectiva.
Lo absurdo de la situación resulta evidente al invertir la premisa: "no lo entiendo porque soy mujer". Incluso un poema tan fálico como "The beautiful poem" de Richard Brautigan ("...Meando hace unas horas / llegué a mirar mi pene / con cierto afecto. // Saber que ha estado dentro / de ti dos veces hoy / me hace sentir hermoso.") es comprendido por ambos sexos. Al fin y al cabo, lo importante no reside en la experiencia concreta sino en su significado. Entonces, si -como parece logico- asumimos que cualquiera puede comprender y encontrar reflejo en la poesia masulina, blanca, heterosexual y cisgénero, es razonable inferir que el hombre blanco, heterosexual y cisgénero podrá hacer lo mismo en la de otras identidades. Por otra parte, si no aceptamos la primera premisa, no tendría sentido hablar de "universalidad" ya que el poema "universal" de una identidad sería incomprensible para las demás.
En conclusión, no confundamos la verdad hegemónica con las múltiples verdades colectivas, ni la poesía derivada de la primera con la poesía universal. Haciéndolo, estamos privando de riqueza al mundo y de libertad a las identidades oprimidas. Permitamos que los lectores futuros encuentren un espacio acogedor en los versos de hoy, abramos las puertas a las múltiples experiencias y aprendamos de la diversidad.